Hace unos días, en el mes de julio, la red social Twitter sufrió el ataque de un hacker que supuso capturar varias cuentas de personajes públicos, ya sea políticos, empresarios y personajes públicos. El objetivo fue estafar a gente y recaudar dinero. Entre las cuentas hackeadas estuvieron la de Barack Obama, Joe Biden, Bill Gates, Elon Musk y Jeff Bezos. Frente a esto surgieron columnas del peligro que este tipo de actos representan para el sistema democrático. Un artículo firmado por Laura DeNardis lo plantea así: Twitter hack exposes broader threat to democracy and society. Y plantea a Twitter como la esfera pública. Otra columna publicada en The New York Times sostiene una mirada de proyección sistémica. El artículo firmado por David Sanger, Nicole Perlroth y Nick Corasaniti es más serio. Titulado What the Twitter Hack Revealed: an Election System Teeming With Risks afirma que lo sucedido en la red social es sólo una pequeña muestra de lo que puede afectar al sistema general según el cual se desarrollan elecciones. Este temor sobre la seguridad a lo largo de todo el proceso electoral (desde la emisión de los padrones hasta la publicación de los resultados finales oficiales) es tema de debate en quienes de dedican a la ingeniería electoral. Finalmente, está la mirada más amplia aún, que sostiene que nadie está a salvo completamente una vez que se está online y en la nube. Las dos últimas afirmaciones son más acertadas: un sistema electoral y cualquier cosa que hagamos en el plano digital supone riesgos. Así, una actividad privada o una cuenta institucional puede ser tomadas y generar perjuicios en varios aspectos (político, económico, en la reputación, en los tres simultáneamente). Lo más dudoso es que Twitter sea “la esfera pública”, como lo sostiene DeNardis. Lo público es muy amplio y es muy difícil de cerrar o delimitar de modo preciso. Twitter no es la gran red social que involucra todas las actividades una persona. Es sí la que, hasta ahora, mayor proyección pública tiene, si se confunde lo público con lo político. El tema es que al igual que Twitter, lo político es solo parte de lo público. Según datos de la consultora Hootsuite publicados en enero de 2020, la penetración de Internet deja de ser omnipresente. Mientras que en Escandinavia se puede llegar al 95% de la población total, en el Centro y Este de África no llega al 25%.
Así, la penetración global es del 59% promedio. Estados Unidos tiene una penegración del 87%, mientras que en India, la democracia de mayor población del mundo, es del 50%.
Sólo en América del Sur existen 121 millones de usuarios potenciales de Internet. En África, el número es de 871 millones, mientras que en el Sur de Asia, 1.012 millones.
Si avanzamos al porcentaje de usuarios de redes sociales con relación al total de la población, en América del Norte el 69% son usuarios. En América del Sur registra uno de los índices más altos a nivel global: son usuarios el 67% de la oblación. En el Centro de África sólo el 6% son usuarios de redes sociales.
Si el promedio global de usuarios asciende al 49%, en Estados Unidos este número es de 70%.
En el caso de Twitter, el total de usuarios a nivel global es de 340 millones. Muy por debajo de redes como Facebook (2.449 millones), YouTube (2.000 millones), Whatsapp (1.600 millones), Instagram (1.000 millones), TikTok (800 millones), Reddit (430 millones) o Snapchat (382 millones).
Finalmente, sostener que Twitter equivale a político es poco certero. Si bien Barack Obama, el ex presidente estadounidense es el perfil con más seguidores, sólo hay tres políticos dentro de los veinte perfiles con mayores seguidores (los otros dos son Donald Trump y Narendra Modi, primer ministro indio).
Esto hace que Twitter no sea la esfera pública. Participa de la conformación de esta, pero no es su sinónimo.